El juego responsable es una tarea de todos. Los operadores y empresas de juego deben garantizar que la actividad que ofrecen es saludable y evitar al máximo los riesgos que pueden ocasionar el paso de un consumo normal a un consumo patológico. Los jugadores deben saber a lo que se enfrentan cuando participan en la oferta de juego de azar, consumirlo de forma social y atendiendo a los límites personales. La administración debe garantizar los derechos de los ciudadanos y regular la actividad para evitar sus consecuencias negativas por encima de intereses económicos o recaudatorios. Las asociaciones deben esforzarse en divulgar, concienciar y prevenir las consecuencias de un mal uso de la oferta del juego.